miércoles, 3 de agosto de 2011

Mont Ventoux



¿No os ha pasado alguna vez que, a la hora de entregar un regalo os habéis sentido con más excitación que cuando esperas que te lo den a ti? Pues así me sentía yo a finales de junio cuando me disponía a entregar a mi amigo Paco, en papel de regalo, el Mont Ventoux. (Póngase voz de Chiquito) ¡Porrrr la gloria de mi madre, Jaaaarrrr, que no fue fácil! Os cuento.
Paco es un tío con casta. Es una de esas personas en las que el nervio y la genética se alían para convertirlo en un “Depredator” de cualquier actividad física y, por supuesto, de la deportiva. Vamos, que con él te sobra decirle aquello de: ¡a que no tienes güevos de …!
¿..que no tengo güevos...?
En el año 2004, con el sexto tour de Armstrong, nos fuimos cinco colegas del Club Ciclista Mirandés a los Alpes y en el viaje de ida aprovechamos para subir el Ventoux. Desde entonces, y a pesar del gran bagaje de cumbres ciclistas que Paco tenía, toda conversación se zanjaba en su contra con un “sí, …pero tú no has subido el Ventoux”. Y yo, que era el que más se lo decía, no podía permitir que eso durara más. Así que con la sempiterna promesa de Paco de abandonar la bicicleta (…y es que se va retirando más veces que un torero), me propuse que de este año no pasaba el organizar un viaje para visitar al gigante de la Provenza.
Pues a eso de dos meses antes, ya estaba yo mirando casas para alquilar por la zona de Carpentrás, Bedoin y aledaños de esta mítica montaña. Ya tenía la casa acordada, y cuando tres días antes envío un mail a la propietaria para avisarle de la hora prevista de llegada, va y me responde que la reserva no está confirmada; que no le he dado mi dirección y mi móvil. ¡Por Dios, en estos tiempos del email! ¿Por qué carajo no me lo has pedido? ¡Si he pactado contigo hasta la media pensión!
En fin, ¿sabéis lo que sería decirles a siete amigos que la excursión al Ventoux se suspende porque no hay forma de conseguir alojamiento? Creo que la madamme me notó tan alterado que finalmente nos encontró hueco en dos casas.
Salimos el viernes 24 a las 8 de la mañana, y cuando apenas habíamos pasado Vitoria, el coche de Paco se despatarra y nos deja tirados. …Avisa al otro coche, llama al seguro, grúa, taxi, taller, consigue otro coche, mete los trastos, y retoma el viaje. Casi 3 horas perdidas.
Con Paco y Julio
Los propietarios de las casas, situadas en Le Pont de Crillón (a unos 5 kms. de Bedoin) nos esperaban con la expectación de servirnos la cena y sentarnos a la mesa todos juntos. Está bien esa costumbre de sentar a todos los huéspedes de la Gitè junto a los propietarios para compartir mantel. Bajo una puesta de sol espectacular, la charla y el vino fluían animadamente.
Antes de cenar, la propietaria de la segunda casa me pregunta: ¿Vais a subir el Ventoux en bici? ¿Cuándo? Porque la carretera va a estar cortada hasta el domingo.
¿Habéis visto la película “El día de la Marmota” en la que Bill Murray entra en un bucle de putadas que le ocurren cada mañana al levantarse? Bueno, pues algo así me estaba tocando vivir en lo que parecía ser un caprichoso hado para que no subiéramos al Ventoux; el alojamiento, el coche, la carretera cortada. Solo me faltaba pillar una salmonelosis con cagalera galopante en la cena.
Había una alternativa, y era subir por la cara Norte. El motivo no era otro que la celebración de una carrera de coches, la Ronde du Ventoux Optic 2000, cuyos tramos cronometrados arrancaban a la salida de Bedoin hasta prácticamente la cima de la montaña. ¡Todo el sábado, y todo el domingo!
Sin saber cómo se nos iba a dar la jornada, fuimos rodando hasta Malaucène, a través de Bedoin y el coll de la Madeleine. En Malaucéne comenzaban los 21 kms. de subida que no nos iban a dejar a ninguno indiferente.
¿Hablamos ya de la bici? Bueno, pues a la salida de Malaucène Javi de la Fuente ya acojonó al personal poniendo su ritmo y marchándose solo. Detrás, Paco se animaba a sí mismo y de vez en cuando también se iba unos metros. A la voz de: ¡quieto, parao!, volvía a la grupeta. Julio estaba teniendo problemas con el cambio y no conseguía meter más de un 23. En los primeros kms. no era importante, pues luego vendrían largas rampas que mantenían su porcentaje en el 11-12%, y ahí sí que hacía falta desarrollo. Con todo esto, Julio que se va para atrás. Había sido una semana dura en el trabajo, y llevaba una jartá de kms. desde Badajoz. De esta forma nos quedamos en el grupo Jesus, Enrique, Paco, Javi Iñiguez, y yo. Javi parece que también quiere subir tranquilo, y se rezaga unos metros. ¡Paco, come algo! ¡Que luego te pega el bajón! Siempre hay que repetírselo.
Los primeros kms. se hacen por un bosque mediterráneo bastante cerrado con curvas que entretienen la subida. A partir del km. 8 ya encaramos largas rectas con pendientes siempre superiores al 10%. Poco antes de llegar a la primera de ellas, se nos junta otro ciclista al cual parece que nuestro ritmo le conviene. Javi de la Fuente sigue por delante unos 200 mts. Paco empieza a  entregar la cuchara y también cede al ritmo del cuarteto. Particularmente me sentía un poco responsable de que todos estuviéramos allí, y quería que todos estuvieran a gusto. Así que como un buen anfitrión hacia sus invitados, me levanté “y fui recorriendo las mesas”. Dejé a mi grupo y me fui hacia adelante a por Javi DF; no había prisa y le cogí en algo menos de 2 kms. Pedaleamos un rato juntos y luego me fui solo para experimentar la fuga. Después de una zona conocida como Tète des Mines, comenzábamos a tener unas vistas impresionantes a nuestra izquierda y otra recta con más de 2 kms. que acababa en una zona de parking con carteles informativos, la recuerdo especialmente dura. Después de una curva cerrada a la izquierda, me paro con la suficiente ventaja de poder sacar fotos a todos. Javi DF sigue en cabeza, pero Jesus y Enrique  ya se acercan bastante. Javi Iñiguez ha recuperado terreno, o mejor dicho ya se ha calentado, y comienza a meter ritmo a ese par de hidráulicos que tiene por piernas. Luego viene Paco, y finalmente Julio. Así, arrancando tras el último, yo iba a tener la oportunidad de haber subido con todos al menos un momento.
Para cuando cogí a Julio, ya estábamos dando alcance a Paco. Este, al igual que en la Lunada en la última marcha de Iñigo Cuesta, me decía que le dejara solo, que le iba a echar güevos y que iba a tirar para arriba. Seguí con Julio, y a la altura de la estación de esquí de Le Mont Serein estábamos pasando a mucha gente. Cuando hicimos el giro a derechas justo enfrente del Chalet Liotard, dejamos atrás a otro grupo muy numeroso de ciclistas. La pendiente aquí no era tan dura.  A falta de 3 kms. Julio me dice que va pinchado y que necesita inflar. Aprovechamos para hacer unas fotos, pues la primera visión de la torre de comunicaciones tras una suave curva a derecha y a falta de 3 kms. es impresionante. Julio arranca, y Paco llega donde estoy parado. Le hago una foto y cierra el puño en claro signo de vencer al gigante. No se ha dado cuenta que enfrente tiene, cual cohete blanco inmaculado, la torre que tantas veces ha visto …en fotos. Seguimos juntos en los tres giros que nos quedan hasta la cumbre. Dos fotógrafos están estratégicamente apostados en el último km. para sacarnos la foto con la cima de fondo. Nos quedan 200 mts. Sé que Paco está emocionado, pero yo –como decía al principio- estoy super-excitado compartiendo con él esta especie de regalo.
La cima bulle de gente. Ciclistas, turistas, vendedores de puestos, y personal de la carrera de coches. ¡Ah, la carrera de coches! Creo que los pilotos frustrados por una mala crono, bajaban por la vertiente norte (la nuestra) mitigando su fracaso en forma de rascadas, chirriadas, y demás chorradas que se pueden hacer al volante de un trasto de 350 cv. Por suerte, nuestro acojono se quedó solo en el ruido que metían.
Como el día, climatológicamente hablando, era espectacular, paramos en Bedoin a comer. Nos metimos una panzada de pizzas con un aceitillo que levantaba la tapa de los sesos de lo que picaba. Para recobrar la sensibilidad del paladar, cerveza a destajo.   
Finalmente acabamos la jornada todos en la piscina de Le Moulin d’Antelon, la casa en la que estábamos Javi Iñiguez, Paco y yo.

El domingo se jugaba el Mirandés el ascenso a Segunda A ante el Guadalajara, y los tatos Ansótegui no querían perdérselo, así que partieron hacia Miranda a primera hora de la mañana con Javi de la Fuente y Jesús Angel. Los tres que quedábamos nos fuimos a Bedoin a ver el ambiente de la carrera de coches. Por tanto, dejamos la bici aparcada hasta el lunes. Por la tarde, Formula-1 en la tele para alguno, y siesta en el sofa para otros. Y por la noche, nostalgia musical por medio del Spotify. ¡Vamos, un planazo!
Por las Gorges de la Nesque
El lunes, sin rastro de Porches, Lotus, o Aston Martins, más temprano que el sábado arrancamos otra vez para el Ventoux, pero esta vez por la tradicional cara Oeste. Subimos juntos, y esta vez no nos entretuvimos en la cumbre, a pesar de que el día nuevamente había salido fabuloso. Volviendo de nuevo al chalet Reynard, tomamos la carretera que baja a Sault para ir a Carpentras atravesando las Gorges de la Nesque. ¡Un espectáculo de vistas y de carretera! La pena es que desde Carpentras hasta la casa la carretera tenía bastante tráfico y el calor agobiaba bastante cuando ya pasábamos de los 100 kms.
Paco, Javi, y yo
De momento he conseguido que Paco no deje la bici antes de subir al Mont Ventoux. El próximo reto es llevarle a los Dolomitas antes de que se dedique a la pijo-jardinería. ¿Lo conseguiré? Yo creo que sí. Es tan fácil como decirle eso de: ¡…a que no tienes güevos…!        

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