miércoles, 27 de noviembre de 2013

Los últimos en hacer la MiLi

¿En qué puede pasar el rato uno que a menos de 48 horas ha salido del quirófano tras haberle practicado una reconstrucción de ligamento cruzado anterior y una menisceptomía?
Pues pocas opciones hay, si no es estarse quejando o intentar dar dos pasos con ayuda de unas muletas.
Pero como para bicho raro me basto y me sobro, aquí me he propuesto actualizar mi blog con la última ruta allende Miranda de Ebro: la MiLi.
Nuestra amiga Ruth Laguna, periodista del Diario de Burgos, titulaba la crónica publicada en este diario en base nuestras vivencias como "Los últimos en hacer la MiLi"  http://www.diariodeburgos.es/noticia/ZBC67E826-EAC7-8C8B-1D86A27B56CF747A/20130804/ultimos/hacer/mili  
Y bien cierto que es; pero para no generar más desconcierto, os revelo que bauticé con el nombre de MiLi al trayecto entre Miranda de Ebro y Lisboa y, como no podía ser de otra forma, hecho en bicicleta.
El proyecto surgió en una escapada que hice en 2004 con Javi de la Fuente, Paco Oviedo, y nuestras respectivas esposas. El viaje en tren y el encanto decadente de la ciudad nos dio la idea; aunque estoy casi seguro que el desencadenante fue una buena cena con bacalhau à brás y un par de botellitas de vinho verde.
Con el proyecto en mente, como quien piensa tener un hijo, fueron pasando los años y la gestación no se producía. Que si un año Pirenaica, que si el otro también, que si Cycling Dolomiti, que si escapadas a la Sierra de Béjar, ...    ... etc., etc. Demasiadas novias. Todo eran proposiciones pero nunca hechos. Así que como este año no había ninguna salida más allá de un fin de semana, comencé mi romance con el bikemap.net para el diseño de la ruta.
Tratando de que la criatura fuera lo más hermosa posible, al final, por el mes de marzo, nació la MiLi con 1.015 km de "peso" y 7.710 m de "altura".
La fecha de partida y la logística de apoyo estaban decididas. Esto sería el 6 de julio, y el vehículo de apoyo dependería del número final de participantes. La excursión se propuso en enero como una actividad del Club Ciclista Mirandés, pero llegados a marzo nadie más mostró interés sino algunos de los de siempre. Así, con seis participantes, se fueron atando cabos de etapas, alojamientos, y vehículo de apoyo. 
De izda. a dcha.: Paco, Fernando, Jesús, Adrián, Javi, y Baybay
A primera hora de la mañana del sábado 6 de julio ya estaba yo con una furgoneta Citröen Jumper haciendo la ronda por las casas de los que comenzábamos la ruta para cargar sus maletas. A las 8:30 h. se había planificado la salida del Parque de Antonio Machado, y desde 15 minutos antes ya iban llegando todos para la foto de salida; a esta preciosa mañana se nos iban a juntar hasta una docena más de amigos del Club.
Así, tras la foto oficial, partíamos puntuales Jesús Angel, Adrián, Javi Sagarribay (Baybay), Javi Íñiguez, Paco, y yo; Paco iba ser el primer relevo de furgoneta.
Acompañados por amigos del Club


1ª Etapa: Miranda de Ebro-Osorno la Mayor --- 147,4 km / 1.514 mda.
Salimos de Miranda subiendo hacia Foncea para, por Pancorbo, alcanzar la N-1, y de allí la N-232 hasta Cornudilla. En este cruce nos despedimos de varios amigos que volverán ya hacia casa. Los más bregados nos acompañarán a subir el Altotero. Arriba montaríamos un avituallamiento, o mejor dicho, un señor avituallamiento, al que se sumarían un buen grupo de Correcaminos que estaban haciendo una ruta de BTT desde Poza de la Sal. Y de verdad que no estábamos a disgusto, pero nuestros acompañantes debían "fichar" en casa y presumían que la vuelta se les iba hacer muuuuy larga. Llegados al monumento a Félix Rodríguez de la Fuente, y transcurrido un rato de convivencia, estos se adelantaron para alcanzar la CL-629 y bajar por Escobados atravesando el Valle de las Caderechas hacia Pino de Bureba. 
Kike y Jesús en rampas de Altotero
Grupo subiendo Altotero

Una vez solos, comenzamos a disfrutar de lo que es una ruta sin retorno, con el punto de mira puesto para este fin de etapa en Osorno la Mayor. Y para ello, tras atravesar Masa y La Nuez de Arriba, llegamos a Villadiego. Aquí hicimos una parada para, además de revisar el ruido de la rueda delantera de la Orbea de Jesús, admirar la plaza Mayor de corte medieval, a la que accedimos a través del Arco de la Cárcel y la calle de Vega.


Paco en el centro de la Calle Vega (Villadiego)

Tras el Arco de la Cárcel (Villadiego)

Nos quedaban aún 36 km, y los pasos por pueblos como Villamayor de Treviño los hacíamos mirando a uno y otro costado con el objetivo de encontrar una fuente. Ya andábamos con 35 °C sobre nuestras cabezas.
Decir que, desde que salimos de Villadiego, la velocidad media no bajó en ningún momento de 34 km/h.
Al paso por Melgar de Fernamental un grupo de mozos nos invita a parar y tomar unas cañas; y no iba ser por ganas, pero Osorno y la ducha nos esperaban.
Últimos 10 km. La llegada a Osorno la hicimos por la N-611 que circunvala al pueblo por el Este y en ligera subida. La sorpresa fue de órdago cuando pensando que esto iba ser un remanso de tranquilidad y aburrimiento, nos encontramos que el pueblo está en sus fiestas mayores en honor a S. Miguel de los Santos. Peñas, charangas, verbena, autocross, barracas, carruseles, bares, chavalas -todo hay que decirlo- más valientes que todos nosotros juntos, y algún que otro cabestro que amenizó toda la puta noche con el tambor justo debajo de nuestras habitaciones, eran los actos más destacados del programa de fiestas.
Elegimos el hotel Tierra de Campos, en el que la encargada fue superconsiderada por darnos el desayuno a las siete de la mañana; la pobre mujer, después del tute de toda la noche con las cenas y demás, no debía comenzar su jornada hasta las 9:30 h. Es lo que tiene, que cuando te llegan  deportistas famosos a tu hotel...

2ª Etapa: Osorno la Mayor - Tordesillas --- 141,9 km. / 672 mda.
En plena Tierra de Campos nos pusimos en marcha a eso de las 8:10 h. hacia Villalcázar de Sirga, punto de paso y parada obligatoria del Camino de Santiago. 
El trayecto se dejaba hacer sin problemas, ya que las cotas de esta primera parte de la etapa apenas  superaban los 50 m. de desnivel; así nos saldría luego la media del día: 32,3 km/h.

Indispensables los Garmin eTrex Vista-C
y el Edge 800
En esta etapa el GPS nos haría una pequeña pirula cuando llegamos a Villoldo (Palencia),  pues el track nos manda salirnos de la vía principal y tomar una calle a la derecha por la que terminaríamos haciendo ciclocross. Serían apenas 250 m, pero los de las Lightweight sufren que no veas. A la salida del pueblo, y en la N-615, pararíamos en la gasolinera para comprar pilas para el Garmin Etrex Vista que yo llevaba sobre el manillar (aparte del Edge 800). 

Pasadas 2 horas y con algo más de 71 km hechos, acordamos tomar un refrigerio en Villafrades de Campos, donde fuimos muy bien atendidos por el señor que llevaba el Centro de Ocio y de Mayores. A 26 °C ya buscábamos la sombra. No veas cómo cuesta arrancar de estos sitios en los que tienes de todo (bebidas, sombra, mesas, conversación, ...); pero sabiendo que el resto de la jornada también debería ir rodado al mismo ritmo, nos pusimos en marcha. En este punto Paco cedería a Baybay las funciones de director de equipo.

Medina de Ríoseco a la vista
Por carreteras en perfecto estado y con muy bajo tráfico, íbamos viendo en el horizonte la torre de la iglesia de Santa María de Mediavilla de Medina de Rioseco, ciudad a la que entraríamos por la Puerta de San Sebastián (siglo XVI).
A la salida de Valverde de Campos, una subida de 6 km con carretera amplia, nos daría un aviso de que con el calor no se juega. Con 34 °C había que regular el esfuerzo de subir más tranquilos. 

En Torrelobatón tenemos que callejear unos metros y salirnos de la ruta para hacernos unas fotos al pie del Castillo de los Comuneros o de los Almirantes, como también es conocido, y el cual se comenzó construir en el siglo XIII. Nos quedan 17 km hasta Tordesillas, y otro repecho a la salida de Torrelobatón no nos hace fácil sobrellevar los 38 °C que ya nos caen encima. Sin embargo la Jesusa va feliz. ¡Claro, con la Bora de Baybay!

Torrelobatón

Por suerte, los siete últimos kilómetros son en bajada. Esto, unido a la velocidad que adquirimos, nos refresca un poco. Cuando llegamos al hotel Pozo de la Nieve, Baybay ya tiene todo dispuesto: el garaje para las bicis, las bolsas en recepción, el reparto de habitaciones, ... ...y es que con asistentes así, ¿quién quiere fichar por el Sky?
No había excusas para no tomarse un helado. ¡O dos!
Comeríamos en el hotel y, tras ver el tour y echar una pequeña siesta, saldríamos a conocer un poco el patrimonio de la Villa, y degustar unos helados. Porque, no hay quién se resista a un frío-frío con "la caló que hase".


Por la tarde tocaba hacer turismo (Pl. Mayor Tordesillas)


3ª Etapa: Tordesillas - Ávila --- 121,5 km. / 919 mda
¿Vamos a por la tercera etapa? Iba ser la más corta de todo el trayecto y, a priori, sin grandes dificultades.

La mañana comenzaba fresca; con 14 °C. Pero el cielo raso nos ratificaba las previsiones de calor para la jornada de hoy. No en vano, a partir de aquí y gracias a la simpática y guapa camarera del hotel quien nos llenó todos los bidones con hielo, este elemento se iba a convertir en artículo de primera necesidad para resto de la ruta.
Sin que sirva para iniciar un conflicto ideológico, y tras unas pocas pedaladas iniciales, todos nos hicimos unas fotos al pie del Toro de La Vega, icono de la cultura popular de esta nobilísima villa.
Nos tocaba "lidiar" la tercera etapa (Toro de la Villa. Tordesillas)
Jesús llevaría en esta primera parte el vehículo de apoyo y, justo es reconocerlo, bien que hizo su labor, pues gracias a la atención que puso en el libro de ruta evitó que nos saltáramos un cruce a 9 km de la salida. Como avanzamos hacia el este con el sol de cara, yo no veía ni papa en el GPS. ¡Bien por la Jesusa!
En esta jornada íbamos a tener un aliciente, y es que Roberto -amigo de Adrián- venía desde Valladolid para rodar con nosotros un tramo. Finalmente nos acompañaría entre Arévalo y Gotarrendura.
Comenzar temprano la etapa -como hoy, a las 8:00h.- no tiene mayor objetivo que tratar de hacer la máxima distancia antes de que el sol se ponga en lo alto.

Encontrar excelentes carreteras fue la tónica general de la ruta
Por tanto, con casi 2:15h. y 67 km en el cinto, paramos en Arévalo. Y paramos aquí, porque es donde Adrián había quedado con Roberto, porque es una villa de interés cultural, y porque...  ...¿dónde vamos los fantasmas? ¡Ahí, donde hay castillo! Un bonito acceso al parque que rodea el castillo nos permitió recrearnos durante más de media hora a la sombra y con la fuente toda para nosotros.
Frente al Castillo de Arévalo (sg. XV)

A partir de Arévalo, y siempre con excelente carretera, rodaríamos más pausados que en la primera parte. Y no creo yo que fuera porque la pendiente ya sería siempre hacia arriba (muy suave hasta el km. 100), sino porque la compañía de Roberto, que concretaba con Adrián los detalles de su próxima escapada a Pirineos, afectaba subconscientemente a los cabestros del grupo, que nos llevaban muy mansos en manada. En Gotarrendura, pueblo al que nos metimos en busca de una fuente, sería donde Roberto se diera la vuelta y nos abandonara.

En el paso por Las Berlanas, y con la autovía de Avila-Salamanca a nuestra derecha, la carretera nos ajusticiará durante 9 km. con una pendiente más fuerte y sostenida; eso sí, con una carretera tan ancha que el Tour para sí la quisiera. Al inicio de la subida nos pasa un ciclista, mayorcete y de fuertes patorras; de esos que se crecen cuando te pasan, pero los que por su fisonomía no parecen candidatos al premio de la montaña. ¡Tranqui Fernando, no es tu guerra! Se va, y luego le vimos volverse.
Entre Cardeñosa y Narrillos de San Leonardo teníamos la imaginaria pancarta de 10 km a meta.

Entrando en Ávila por la ctra. de Salamanca, uno debe hacer parada obligatoria en el Humilladero que domina la ciudad desde poniente. Este mirador es conocido como los Cuatro Postes. Tras las fotos, un paisano que allí se ganaba unos eurines entregando menús de un restaurante cercano, nos comentó lo del fatal accidente del autobús que venía de Serranillos y en el que fallecieron nueve personas. Pobres familias.

El final de etapa tenía morbo, ya que en él se verían las caras los dos mejores rodadores sobre el pavé que ha dado Miranda; Adrián y yo mismo.
El grupo atravesando el Puente Adaja
Bajamos los Cuatro Postes, cruzamos el Puente Adaja, muralla enfrente, avenida de Madrid, rotonda, murallas a la derecha, y ... ...¡comienza el traqueteo!
Primeros 200 m. y comando en la subida. No voy rápido (16 km/h), pero quiero ver cómo reacciona el personal. Saber si hay alianzas. En el cruce con la calle Encarnación, que es donde se une a esta calzada una de las bajadas de la muralla, ataca Adrián. El jodido me ha sacado unos 15 m., pero quedan algo más de 500 m. hasta la Puerta de San Vicente; andar con conocidos es lo que tiene, que nos sabemos los defectos y virtudes a la perfección y Adrián, cómo joven que es, tenía que jugársela en un arranque potente. Es cierto que venía de un parón, pero con el paso de los días fue poniéndose cada vez más a tono, y yo tenía que demostrarle cómo se hacen menos de 9 h. en la París-Roubaix.
Fui cogiéndole poco a poco, en un espacio de unos 150 m. Le adelanté y, sin que me viera, pulsé el botoncito que activa los entresijos de mi G5.
Que nadie me pregunte por los pistard (Jesús, Javi, y Baybay), que se perdieron al inicio de la cuesta. Y lo mismo le pasó a Paco, que después de 3/4 h. apareció en el Paseo del Rastro, en la parte opuesta de la muralla.

De la meta al Hotel Las Murallas, apenas 50 m. Por la tarde, tras reponer el avituallamiento, y ... cómo no, visitar la estación de ferrocarril, Eduardo (primo de Adrián), nos esperaba en el hotel.

Nota de autor: Esto de viajar con ferroviarios es un coñazo. Están obsesionados con su patrimonio e infraestructuras. Jejeje.
Jesús, el nuevo prototipo de guarda-agujas. Al fondo, el tren Al-Ándalus


Eduardo nos hizo una tournée por todo el casco histórico, y nos llevó al Centro de Congresos "Lienzo Norte Ávila" para disfrutar, con una caña y una tapita, de la formidable vista que desde aquí se tiene de la ciudad.
En la terraza del Palacio de Congresos de Ávila
Luego, como no podía ser de otra forma, cena a base de cochifrito y chuletón.
Dejando a un lado el ámbito gastronómico y retomando el turístico, sería imposible tratar de ver o identificar todos los monumentos y patrimonio que tiene esta ciudad; así que, tras dar un paseo intramuros para bajar la cena, a eso de las 23:15 h. nos fuimos al hotel.

4ª Etapa: Ávila-Jarandilla de la Vera --- 155,3 km / 2.325 mda
Etapa reina. Y lo iba ser por casi todo, por desnivel, por duración y, cómo no, por calor. Pero no por kilómetros; eso lo dejábamos para el final.
Javi sería el primer relevo con la furgoneta. Hoy habíamos planificado dos avituallamientos; el primero en el Puerto de Serranillos (km. 61), y el segundo en Candeleda (km. 110).
En Ávila, listos para tomar la salida
A las 7:40h. ya estábamos en la puerta del garaje del hotel, cumpliendo el protocolo de la foto de salida. Partimos buscando la Av. de Portugal, la Catedral, y ya desde el paseo de Santo Tomás, fuimos bajando calles hasta llegar extramuros a la venida de Juan Pablo II, desde donde dejaríamos Ávila atrás por la carretera de Burgohondo.
Avanzábamos con un paisaje de serranía enfrente, intentando intuir con la vista dónde estaría el paso o la entrada a Gredos.
En 1:05h. ya habíamos encumbrado el puerto de Navalmoral, la temperatura ambiente no pasaba de 22 °C y Baybay iba desatado. Paco, que a la postre haría su etapón del año, también se fue con él.

El inicio de la bajada de Navalmoral tiene un par de curvas cerradas que, por su perfecta amplitud, no comprometen al ciclista. El resto de la bajada se deja hacer. Suave, sin alardes, en silencio, … No puede ser de otra forma. El Barraco queda a nuestra izquierda y tememos asustar a quien a estas horas puede estar amamantando de la misma casta que un día lo hicieran Arroyo, el Chaba, o Sastre.
Últimos metros del Pto. Serranillos

Cambiando los planes, Javi vería abierto el bar de la piscina de Navarrevisca, e hicimos la parada antes de subir Serranillos. Unas Coca-Colas para pasar los sandwiches, una buena sentada, y a por Serranillos.
Kike, el Tatín, no se había cansado de decirnos, "... en el pueblo, a la izquierda y justo antes de empezar el puerto, hay un bar en el que te preparan el cochifrito para llevar. No dejéis de probarlo". No lo íbamos a poner en duda, pero como dijo aquel: ¿a qué estamos, a por Rolex o a por setas?

El aroma de las jaras nos envuelve durante toda la subida, la cual se hace fácil y en la que advertimos un cambio recio en el paisaje. Moles graníticas nos hacen sospechar -sobre todo a los más cinegéticos-, que alguna cabra montés pueda estar vigilando nuestra relajada ascensión.

El GPS me decía que, apenas 200 m. pasada la cima del puerto, deberíamos encontrar la fuente "Los Morenos", a la que será justo calificar como la mejor fuente de toda la ruta.

Adrián ha cogido aquí la furgoneta, y todos menos Jesús y yo, se van lanzando para abajo. A nuestra derecha, y con el Pico Almanzor al fondo, las vistas son impresionantes. 

Parada en la bajada de Serranillos para disfrutar de las vistas

Adrián en la fuente "Los Morenos"
(Pto. Serranillos)





La carretera se va estrechando, y se mete entre bosques cuyos contrastes de luz obligan a poner todos los sentidos en el trepidante descenso. Una brigada de limpieza de bosques nos alerta de que tengamos cuidado y que hay ramas caídas por el asfalto.  
Atravesamos San Esteban del Valle cual gymkana, esquivando puestos de venta ambulante y feriantes en medio de lo que seguía siendo un brutal descenso. Después de Santa Cruz del Valle nos vamos relajando y reagrupando antes de tomar la carretera N-502. En algo menos de 1 km nos desviaríamos a la derecha por la N-923 para buscar Arenas de San Pedro. Por mi cabeza no pasa otra cosa que la gresca que puede liar un pelotón subiendo Serranillos desde este punto. Son algo más de 1.000 m. de desnivel, en los que si en una curva pierdes de vista al que te precede, ¡ya le has visto el pelo!

Bueno, y ahora tocaba una de esas trampas (subidas de 3-5 km.) en la que a 600 m. de comenzar y en la segunda curva veo un pilón. Allí que nos vamos Paco y yo a meter la cabeza. Aquí Baybay ya iba a su bola, luego Javi y Jesús, y finalmente Pakete y yo. Nos reagrupamos en Arenas de San Pedro y echamos unas fotitos frente al castillo de la Triste Condesa, llamado así en honor de doña Juana de Pimentel, y el cual es el principal motivo del escudo de esta ciudad.

Mano a mano con Paco en Arenas de San Pedro
Seguimos dirección a Candeleda y, a la salida de Arenas, otro repecho de 5 km. nos pone a prueba para ver cómo vamos de ralentí. Una vez sobrepasado, el rodar se hace fácil; eso si no miramos el termómetro, que ya va por los 37 °C. Son las 13:05 h. Adrián hace el amago de parar en una campa a la entrada de Candeleda. ¡Qué digo una campa, un erial sin sombra ni nada!
¡Tira para adelante! -le digo. ¡...que conozco un sitio en este pueblo que vais a flipar!

Les llevé a la Garganta de Sta. María, que al paso por este pueblo deja un par de "charcos" que son un oasis de aguas frescas y cristalinas.
Jesús y Fernando son… ¡cuerpos de élite!
Avituallamiento sí, pero baño también. Los únicos animados Jesús y yo; los demás, a cortar el melón. Casi dos horas que nos tiramos aquí, y en el que el mayor problema era el de… ...¿y ahora quién arranca? Nos quedan 45 km. y hay 41 °C ahí afuera. ¿Cómo lo hacemos? Primero, siendo solidarios; y a 5 km. de Candeleda lo íbamos a poner a prueba en forma de meada colectiva y corroborando el hecho científico de que el melón depura mucho y bien. 

Es aquí cuando el asfalto empieza a echar fuego, y donde tan imposible es mantener la boca cerrada, como la garganta húmeda. Madrigal de la Vega. Faltan 33 km. Villanueva de la Vera. Faltan 23 km. A estas horas, son todos pueblos fantasmas. 

Al entrar a Losar de la Vega, un repecho ralentiza nuestra marcha. Nuestros pulmones se embriagan del aroma proveniente de los secaderos de pimentón. Atravesar Losar es como ir a un circo o a un zoo, porque vas viendo forzudos, figuras imposibles, animales, etc., con los que este rincón de la comarca de la Vera ha convertido en su tarjeta de presentación gracias a la maestría de un jardinero del pueblo que seguía sus propios "briconsejos" a la hora de podar los setos que flanquean la carretera.

Losar de la Vera

Subir este repecho de Losar, de 5 km de largo, y ya con 44 °C, no dejaba a nadie el cuerpo para chistes. Lo mejor vino cuando al llegar al Hotel Rural Robles, las camareras nos sacaron al césped del porche un montón de botellas de agua fresca, y luego nos indicaron lo cerca que quedaba el "charco" de Jarandilla. Esta vez sí nos bañamos todos (las camareras no, eeeh).
Tras el baño, una vuelta por el pueblo para buscar un sitio donde tomar algo o cenar. Al final, reposo en el Parador.
Refrigerio en el Parador Carlos V (Jarandilla de la Vera)
Si buscamos en el diccionario la palabra "paradero", nos dirá: Lugar o sitio donde se para o se va a parar. P. ej. Nuestro paradero de hoy está en Jarandilla. Pero si buscamos la palabra "paradorero", no insistáis porque no la vais a encontrar; pero tranquilos, que os la explico yo. Dícese de la persona que aprovechando que va con los amigos, casi en plan mochileros, relata a estos sus devaneos llevados a cabo en el bucólico espacio de los Paradores Nacionales por los que pasa. Vamos, que es el gigoló de los Paradores. P. ej. Javi ;-)

5ª Etapa: Jarandilla de la Vera-Cáceres --- 137,9 km / 1.298 mda
¿Vamos a por la quinta? Parece que el propietario del hotel no quiere que empecemos, ni tan siquiera que desayunemos, pues a primera hora tiene todas las dependencias cerradas a cal y canto y hay que llamarle al móvil. Tras desayunar como reyes, nos hacemos la foto frente al hotel, y Paco se pone al volante de la Jumper. A las 8:25h. partimos, siguiendo la N-203 hacia Cuacos de Yuste, villa de retiro del Emperador Carlos V. Una pequeña subidita de 2 km en el inicio, daría paso a una tendencia al llano/bajada hasta el km. 39, en el que Paco se empeñó en pasarse el cruce de Malpartida de Plasencia y obligarnos a pararnos y esperarle hasta que se diera cuenta. Todos ya juntos, coche y bicis, rodeamos Malpartida por el sur en un asco de rectas poligoneras. Después, atravesamos por encima la autovía EX-A1 para introducirnos de lleno en el Parque Natural de Monfragüe. El hecho de que fuera día laborable nos permitiría el lujo de disfrutar de estas estrechas carreteras sin más incordio que el de unos pocos coches. Los únicos turistas, nosotros.

Con Javi y Adrián por el P.N. Monfragüe
Yo era el único que conocía un poco la zona, así que el escepticismo de la riqueza paisajística crecía entre la grupeta; y sobre todo en Adrián. Me alegro de que al final no fuera así.
Una vez pasado el poblado de Villarreal de San Carlos, tendremos ocasión de atravesar por primera vez el Tajo cruzando el puente del embalse de Alcántara II.
Nada más cruzarlo y girando a la izquierda, un camino corto de tierra nos lleva la Fuente del Francés (km. 70), donde Jesús hará un tratamiento a la ruedas de su bici de lo más profesional, en aras de quitarles el ruidito que nos tenía a todos contentos. 

Jesús, es mejor que tires la bici al embalse


Casi 2 km después, volveríamos a parar en el mirador del Salto del Gitano, con la peña Falcón al fondo, y el río Tiétar a nuestros pies. 
Mirador del Salto del Gitano (P.N. Monfragüe)
Buitres y cigüeñas negras estaban al borde de los farallones, y por tanto no podían unirse a la foto del grupo. Así, tras rodar unos 15 km dentro de la demarcación del parque, fuimos expulsados de él por una serpenteante carretera en descenso que hizo las delicias de todos. De todos, menos de Paco.
Sería difícil en esta zona encontrar un lugar para hacer el avituallamiento con todas las garantías de confort, pero finalmente lo íbamos a encontrar en Torrejón el Rubio (km. 82). Jesús se cogió el relevo de la furgoneta y se fue a por bebidas y hielo. Mientras, el resto esperábamos en un parquecito cerrado, con fuente, mesas, bancos y sombra. 
La vegetación y humedad del Parque Natural de Monfragüe habían contenido muy bien la temperatura, con máximas de 29 °C; pero todo fue salir de él y caer en la sartén a 38-40 °C (máxima de 43 °C) en que se convirtió la llegada a Cáceres.
Cielo azul, asfalto caliente, carretera vacía. Siempre igual

En los 55 km restantes no estábamos para muchas fotos; sólo para llamar la atención de Baybay ante sus arreones, y cuidar a Paco en una subida de 2 km. que arrancó cuando cruzamos el río Almonte (km. 120), y en la última de 6 km. que, tras largas rectas siempre ascendentes, nos metería en Cáceres.

Otra vez habíamos acabado muy tostados y, en esta ocasión, el hotel Don Carlos Cáceres nos recibiría con agrado.

Pero la odisea no había acabado. Imagino que todo el mundo se acuerda del Equipo-A; pues estoy más que seguro que ni Murdock, ni Aníbal, ni MA, jamás tuvieron que hacer las peripecias que hicimos nosotros para guardar la furgoneta en un garaje. Ni en los cursos de coaching a los que he asistido, se domina tanto la labor de trabajo en equipo.
Aprovechando las sombras de la Pl. Mayor de Cáceres
Mira que Cáceres, patrimonio de la humanidad, puede tener encantos a los que sucumbir dentro de su ciudad vieja; pero 40 °C en la calle no lo resistían ni los tuaregs. Aún así, salimos; eso sí, tras la ritual partida de mus y unas cervezas. Luego, Adrián nos llevaría a un restaurante italiano muy romántico (Chiara), donde el humo de las velas nublaba la capacidad de Jesús para elegir un plato. Todos debieron sucumbir al poder afrodisíaco de la albahaca y el queso gorgonzola, porque todos se fueron al hotel con el turbo metido. Paco y yo aún daríamos una vueltita para pillar unas botellas de agua y un frío-frío.

6ª Etapa: Cáceres-Crato --- 149, 1 km / 1.641 mda
Malas vibraciones me había transmitido alguien que decía conocer la carretera N-521 que va desde Cáceres hacia el oeste buscando la frontera portuguesa. Que si mala carretera, que si mucho tráfico,… ¡Nada, todo lo contrario!
Carretera con un firme espectacular, buen arcén, y trafico casi inexistente. Vamos, que vaya envidia dábamos a Jesús, quien se paraba con la furgoneta y luego desconfiaba si íbamos por detrás, porque tardaba un buen rato en darnos alcance. Y es que rodábamos de libro; Paco y Adrián se pusieron en el vagón de cola hasta el avituallamiento, y Javi, Baybay, y yo, establecimos ir pasando a relevos cada 2 km.; ni un metro más ni un metro menos. No era cuestión de ser pijoteros y cortar un relevo en plena subida, sino de controlar un poco mejor a Baybay, quien finalmente reconocería que así se viaja mucho mejor.
Sin trípode y sin nada. Toma perfecta

Como tampoco la ruta estaba salpicada de muchas poblaciones que invitaran a parar y avituallar conforme a la distancia de la etapa, decidimos alargar un poco más la primera parada, habida cuenta de lo acoplados y bien que íbamos. Así, la mesita con las bebidas, fiambre, y demás, lo montó Jesús a la entrada de Valencia de Alcántara (km. 91). Y de verdad que daba pena parar, pues la velocidad media raramente nos había bajado de 32 km/h y la temperatura ambiente se mantuvo por debajo de los 20 °C.

Al retomar la marcha, la pendiente iba haciendo que nos humilláramos ante la barrera natural que la Sierra de Mamede nos presentaba. Como Baybay lleva ahora la furgoneta, y no hay que preocuparse de sujetarle las riendas, me dediqué a sacar fotos sobre la marcha al grupo; que si una foto sobaquera, que si por encima del casco, que si por debajo de la pierna,… ¡leches, y qué bien me quedaron!

Utilizando la cámara como retrovisor
Jejejejeje

Parada en la frontera y foto en el euro-cartel de Portugal. Continuamos. 



El paisaje se llena de pinos y, tras una suave bajada de 3,5 km, tomamos un cruce a la izquierda. Tocaba subir a Porto da Espada.


Una de las varias rampas que encontraríamos (Srra. de Mamede)
La planificación de la ruta me decía que aquí tenía que haber más de una trampa en forma de rampones de más de 16% ¡Y qué razón tenía! Pasamos por un tramo de 5 km con una sucesión de rampas y descensos dignos de una prueba de la Copa del Mundo. Bueno, siempre hay algún sobrado que lo quiere subir el plato, y…. ...termina contra el quitamiedos completamente atascado. Y ahí, lo siento por Paco; no hay güevos que valgan. Jejeje.



Dejaríamos el Parque Natural Sierra de Mamede, incorporándonos a una carretera principal y lanzándonos durante 10 km en un descenso que nos llevaría hasta Portalegre. Aquí era difícil para algunos mantener la velocidad de bajada, pues el adoquín portugués se hace presente de forma repentina y un tanto violenta y -como ya sabemos-, eso no es bueno para las Lightweight.


Parada en el descenso y llegada a Portalegre
No tanto salir de Portalegre, sino encontrar la carretera que nos llevara hacia Crato, nos iba a suponer una serie de idas y venidas por calles sin salida y las cuales finalizaban en caminos de arena. Si no es por uno, será por otro paralelo -decía yo. Lo que es obvio es que si el GPS te dice que a 250 m está la carretera por la que debes seguir, haces esos metros con la bici entre los dientes si hace falta. No fue para tanto, pero algunos revivimos lo divertido que es el ciclocross a través de fina arena. 

Llegamos a Frangoneiro, último pueblo antes de Crato, pero aún nos quedan 17 km. Hemos perdido a Baybay con la furgoneta, pero confiamos en que aparezca. Rodamos ágiles entre los últimos sube y baja con que nos deleita esta solitaria pero inmaculada carretera. 

Tenemos Crato enfrente, pero he concertado el alojamiento en una pequeña aldea 2 km al norte de éste, y que se llama Flor da Rosa.
En mitad de la aldea, con toda la calorina, nos ponemos a buscar la casa. 

¡Uyyyy, no iba a ser tan fiero el león como lo pintan! (Baybay)

Decir que los alojamientos no son ostentosos en la publicidad e identificación de los mismos es poco, porque todo parecen casas o fincas comunes; pero cuando atraviesas el dintel de la puerta y penetras entre sus gruesos muros, la sensación de paz, confort y relajación que te envuelve, es todo un lujazo. Todos hemos marcado al Solar A Flor da Rosa como altamente recomendado para perderse y olvidarse de todo por unos días.

¡Con un cuatro de copas poco vas a hacer, canclín!

Visitamos Crato, pero el cuerpo nos pedía menos arquitectura y más cerveza con piscina. Los del mus, a la sombra del jardín, se pegan los envites que algunos no pudieron hacer sobre la bici. 
Exteriores de la casa A Flor da Rosa. Idílico

Esta noche cenaríamos temprano en el restaurante O Recanto, justo al lado de la casa; y yo personalmente daría buena cuenta de un Bacalhau à Lagareiro.
Como diría aquel: ¡Esto no es vida! ¡Esto es un vidón!

7ª Etapa: Crato-Lisboa --- 168 km / 781 mda
El día ha amanecido cubierto, plomizo; con esas nubes que cuando ves desde la ventana de casa dices aquello de: ¡Buah, me quedo en casa porque la que va a caer...!, pero que cuando sales y te metes una tanda buena de kilómetros acabas diciendo: ¡qué día más bueno para andar; sin calor, sin viento…!

¡A por la última!
Decir que dejamos Flor da Rosa sin dar pedales porque íbamos en bajada hacia Crato, sería tan falso como una "Chinarello" de 1.000 €. Hacía fresquete, y había que mover las piernas. De hecho, durante la etapa de hoy a alguno no le sobrarían ni manguitos ni chaleco pero, sigamos con la etapa.
Crato lo dejamos atrás por una serpenteante carretera flanqueada por hileras de árboles y con varios repechos de unos 2 km de longitud. El último de estos repechos nos deja en la entrada de Alter do Chão (km. 14), que atravesaremos ligeritos sobre su adoquín alentejano perfectamente dispuesto. El adoquín desaparece cuando a la salida de este pueblo tomamos a la derecha la desviación por la N-369.

Los olivares son la estampa omnipresente en esta zona del Alto Alentejo. Cuatro kilómetros después de Alter do Chão, un nudo de circunvalación nos asustaría pensando que nos iba a meter en una vía no apta para bicicletas. Fue un espejismo, pues simplemente nos dejó en la misma carretera; más diáfana, eso sí. Las rectas son amplísimas, y el final de las cuestas es imposible de adivinar. Nos es igual, porque Baybay se encarga de inspeccionarlas todas el primero.
Los alcornoques empiezan a ganar terreno al paisaje, y nuestros maillots del Club Ciclista Mirandés desmerecen ante sus troncos desnudos y encarnados. 
Desde nuestras monturas, y ante tamaña belleza y colorido, casi llego a entender el morbo de un voyeur.
Val de Açor (km. 39) lo rodearíamos por su parte norte. La carretera seguía igual de bien -a excepción de las tediosas rectas-, y el paisaje no cambiaba sustancialmente. Rodábamos bien y Paco nos seguía a su capricho desde la furgoneta.
A Ponte de Sor (km. 47) entraríamos por el puente que da el nombre al municipio.

En otras condiciones climatológicas, llegar a la Albufeira de Montargil (km. 62), la sola visión del agua y del espacio para el ocio nos hubiese creado un dilema de continuidad o abandono. Tal y como se va desarrollando el día, ya sólo vamos buscando un sitio para parar a echar un bocado. Esto sucedería en el km. 69, en la puerta de un camping Orbitur de la zona de Montargil.
En el kilómetro 76, antes de cruzar otro gran puente sobre la Albufera, nos desviamos de la N2 por la derecha, dirección Couço.

Una carretera más estrecha, coqueta y solitaria, nos acompañaría durante 13 km para dejarnos en la salida de Santa Justa; aquí, una pasarela sobre el río Sorraia nos dejará sin remisión a un costado de la N-251 donde comenzará nuestra agonía. Me explico.

Poco contaré sobre la experiencia de andar en bici por esta carretera. Sólo que ordenamos a Paco que se quedara justamente detrás nuestro para que forzara a efectuar un adelantamiento completo a los vehículos que venían por detrás, para de esta forma crear una especie de zona de seguridad. Ni coches ni camiones respetaban la más mínima distancia a la hora de sobrepasarnos. ¡Que nos pitaban...! De eso estoy seguro; pero antes son nuestras vidas que la prisa injustificada de un energúmeno.

Para concretar los detalles de la llegada, y sumarse Adrián a la función de conductor, paramos en un área de servicio a la altura de Biscainho (km. 124). Buenos bocatas para los últimos 40 km y, ¡joder, qué hambre te genera tanto estrés!
Esta carretera nos llevaba directos al puente Vasco da Gama, que no es accesible en bici. Para eludir esta opción tuvimos que hacer una maniobra de acceso a otra carretera secundaria en la que, debido a un fallo de zoom con el GPS, equivocamos una salida en una rotonda. Los de las bicis lo subsanamos enseguida, pero Adrián tuvo que dar una pequeña vuelta.

Ya encarábamos Montijo, pues mi sorpresa era llegar a Lisboa atravesando el Tajo en un "transtejo", aunque un fallo de ubicación nos llevó al puerto pesquero y no a la terminal de ferrys. Fácil solución, pues el error apenas nos supone hacer 2 km más y, lo más importante, vamos bien de hora para el embarque previsto. En la terminal nos despedimos de Paco y Adrián, que irán directamente al hotel de Lisboa.
El momento de la travesía es aprovechado por Javi para pegarse un sueñecito; los demás, que si unas fotos, que si esto ya está hecho, que vaya asco de carretera esta última, etc., etc.

Dicen que Lisboa es la ciudad de las siete colinas. Damos fe de ello porque tras abandonar la terminal Cais do Sodré, creo que subimos la más gorda de todas ellas a través de la Rúa Alecim y Rúa da Misericordia. ¡Y cuidado, que misericordia no van a tener los raíles de los tranvías! Porque como no les cruces bien, seguro que das con tus huesos en el suelo. Y hasta aquí puedo contar.
Javi celebra que todos hemos llegado
con la "mens sana y el corpore sano".
Parte de culpa la ha tenido él.

Un poco nos costó encontrar el Lisbon Dreams Guesthouse, porque si en Crato no destacaba de la arquitectura civil, aquí lo mismo te piensas que son oficinas o viviendas. Pero una vez encontrado y alojados, nos sorprendió a todos muy gratamente. Había llegado la hora de celebrar la conclusión de la MiLi 2013 y salir a pegar fuego Lisboa. ¡Oh, perdón! ¿Eso ya ha ocurrido aquí literalmente, no?

El equipo frente a la Torre de Belem (Lisboa)
Es justo reconocer que somos unos mindunguis, y que hacemos esto porque nos gusta y porque nos aporta un extra de felicidad, pero pasearse por Rossio o por la Rúa Augusta uniformados con nuestros polos conmemorativos y que la gente te mire, no veas cómo te sube la autoestima. Y es que a nuestros años, abuelas ya quedan pocas.


Mirador del Barrio de Alfama (Lisboa)


Ya de vuelta en casa. ¡Misión cumplida!

Agradecimientos a: Novadiet, Eroski Rivabellosa, y a Pepe Chaparro (La Bicicletería 2010)

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